viernes, 20 de junio de 2014

Esperando.

Había pasado demasiado tiempo temiendo a la oscuridad, gritando en nombre de la bondad qué alguien le tendiese su mano y la sacase en brazos de aquella habitación sin ventanas, pero algo había cambiado en ella. Ya no temía a la oscuridad, ahora formaba parte de ella. Ya no le preocupaba no encontrar el interruptor de aquel zulo o que nadie escuchase sus gritos de angustia, ahora, simplemente cantaba. Cantaba melodías medievales, música celta que la hacia bailar en círculos por aquella habitación, tarareaba durante horas hasta quedar exhausta. Siempre creyó que tal vez algún día, alguien acudiría a su llamada escuchando su necesidad pero en aquella oscuridad, ella aprendió que si algún día alguien la escuchaba y decidía quedarse, quería que fuese oírla cantar y reír a pesar de no tener nada. Nos inculcan desde pequeños qué nacemos incompletos, con una parte de nosotros que nos falta, y es por ello que consideramos el amor una necesidad en vez de un milagro como lo que es. Los milagros ocurren pero hay que estar preparados para saber apreciarlos cuando aparecen. Encontrar a alguien que no considere su oscuridad un defecto sino un lugar que iluminar juntos. Encontrar a esa persona que haga de su infierno un lugar en el que querer estar. Y cada día  se preguntaba si tal vez esos milagros no le ocurrían a personas como ella. Solamente cantaba esperando que algún día alguien la escuchase de nuevo.