~ Lloraba, y se preguntaba que hizo mal, intentando buscar en si misma respuesta a una pregunta retórica, aun sabiendo que el fallo era a ver estado en el lugar y el momento indicado. Persistía en hacer el bien, de si misma brotaba vida, luz en plena oscuridad, un destello en una bombilla fundida y sin embargo sentía que nadie querría ser plena oscuridad para que ella fuese un destello de esperanza. Tan solo el básico taconeo de sus tacones al andar rompían la música de aquella guitarra y piano que sonaban en aquel toca-discos, pero le servía para poder no dejarse llevar por sentimientos con los que llevaba años intentando no hablar y de nuevo, golpeaban aquella coraza intentando entrar. "No servís, ¡marchaos!"- gritó eufórica inmersa en su agonía, mirando hacia todos lados, como intentando ver las notas flotando en el aire. "Sois pura decepción, sois como lágrima sin sal, como un fuego sin leña, como una chispa sin oxigeno, ¡marchaos!"- gritó aporreando el escritorio de la sala de estar. Se sentó en su butacón de piel roja y se dejó llevar, sentía que en cada gemido de dolor no físico, un golpe se liberaba, la dejaba semi-libre. De repente un flash la hizo reaccionar, en aquel escritorio era donde siempre guardó sus cartas que sabía se enviaría a si misma de mayor para recordar quien era antes de que una sociedad y un futuro, la hicieran olvidar quien fue. La locura la hizo abrir cajones por doquier, moviendo folios entre facturas y publicidad, ahí estaba, todas sus cartas juntadas por una goma. Arrastró todo cuanto había encima del escritorio incluido el flexo que la iluminaba y acabó en el suelo, por un segundo dejó de pensar y sentía como el corazón le daba las gracias, por no martirizarse durante aquellas estupendas décimas de segundo que su mente estaba inmersa en un pasado mejor. No podía, la habían desmagullado por dentro, no era la misma pero su madre siempre le dijo que la esperanza era lo último que se pierdía y ahí estaba, intentando encontrar a Sophie entre cartas que un día escribieron su puño y letra. Encontró una carta que le llamó la atención sobre todas las demás; 22-3-83. Empezó a leer, sabía que algo la llevó hasta aquella carta, no sabía si las notas del piano, la angustia que la manejaba o simplemente uno de esos presagios que nunca le habían llevado a buen puerto. De repente la música dejó de sonar y Sophie dejó caer la carta sobre sus rodillas, tan solo una lágrima de mil que había podido derrochar en día bastó para ser libre, al leer de su propio puño y letra: "Recuerda que el mundo es capaz de abandonarte, dañarte quizás hasta olvidarte, pero siempre que te mires a un espejo, tú serás eterna, tú alma también, sé buena con o quienes no lo merezcan, por ello todos te recordarán algún día, y tú misma también".
~ Supongo que a veces necesitamos unas vías de escape que através de la garganta no encuentran salida. El deslizar de los dedos sobre el teclado es hoy día, el lenguaje del alma.
martes, 27 de marzo de 2012
viernes, 9 de marzo de 2012
Pagaría por tenerte todas las noches.
~ Conozco esa sensación de estar en la cama, con sueño y que no quieras dormir por seguir 'soñando' despierta un rato más, escasos minutos, tal vez segundos pero son maravilloso si sabes con que soñar. No es preciso tener alas para sentir que vuelas, que los pies no rozan el suelo y que tus manos casi rozan la luna, es tan simple como tener la mejor nave espacial a la que llaman 'amar'. Cuando no puedo dormir mi único pensamiento es encender el ordenador y pasarme las próximas tres horas, cuatro incluso quizás, mirando tu fotografía. Tal vez sea como tomar una manzanilla o una taza de tila, me tranquiliza y supongo que inconscientemente buscándote en la distancia todas las noches, busco tu ausencia en mi cama para poder conciliar el sueño cuando por desgracia en las noches, aún no puedo tenerte.
domingo, 4 de marzo de 2012
Miradas desde un mar.
~ Era uno de esos días en los que uno se pregunta si podría ser peor y siempre se venía a la cabeza: "Claro que puede, y será". Caminaban por aquel puerto agarrados de la mano apenas sin apenas gesticular palabra, se miraban de reojo haciendo caso a un orgullo que iba cientos de pasos atrás a sus sentimientos; se amaban con locura. Ambos miraron a su derecha, y tan solo se podían ver inmensidad de barcos y yates con el ligero toque del brillo del sol cayendo tras el horizonte en el mar. Eran capaces de sentir como el orgullo iba descendiendo al compás del sol, como la distancia entre ellos se iba acortando como tan solo un sentimiento es capaz de acercar a una persona en la otra punta del mundo, y ellos se tenían a escasos milímetros. Tras un par de minutos caminando sin rumbo tanto en la calle como en su interior decidieron sentarse en aquellos bancos en donde a escasos pasos, podrían pisar el mar si lo deseaban, era una imagen digna de recordar tal cual se veía, eran imágenes por las cuales valdría la pena vivir y con más razón si él constaba en ese recuerdo. Uno al lado de otro, con la mirada perdida y un sentimiento que se encontraba cada vez más presente y más notable cuando se despistaban se sonreían, es sencillamente un gran trabajo no sonreír si aún conservaban semejante regalo como tener a la persona que te da la vida cada día, y ambos lo sabían. Él disimuladamente iba acortando una distancia que era cada vez estrecha, ella bajaba la guardia, estaba inmersa en pensamientos que quizá al preguntarla ni sabría, pero él tenía un solo objetivo; hacerla saber que nada era más fuerte lo que hay entre dos corazones que se sienten uno solo. Se acercaba junto a ella a cada mirada que ella no le regalaba, y en tan solo un segundo ella le vio, tan cerca, tan presente, que el orgullo se quebró contra el suelo y una sonrisa fue la respuesta que él tanto buscó. Él apoyó su cabeza en su hombro, apartando su pelo y susurrando en su oído: 'Te amo y eso nunca cambiará".
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