Y es entonces cuando tuve que soltar de nuevo su mano y ver como arrancaba una vez más, sin mi dentro del coche. Me di la vuelta sonriendole, aguantando las lágrimas en los más profundo de mi para qué a él no se le hiciese más difícil marchar, intentando convencernos a los dos de qué más temprano que tarde volveríamos a vernos, sin saber cuanto tiempo significaría en verdad eso. Fue entonces cuando entendí qué en un abrazo quise traspasar mi corazón dentro suya, para que se lo llevase con él tan lejos como decidiese marcharse, sabía que mi corazón sería ahí donde querría estar, cerca del calor de su abrigo.
Fue entonces, cuando sentí temblar la barbilla, y supe que era el momento de separarnos, qué debería soltar su mano o me rompería en mil pedazos cayendo a sus pies suplicando qué no se marche de nuevo. Sentí qué todo el peso caía sobre mi, qué ya nadie podría ayudarme a sostener el peso del mundo ahora.
Subí con los ojos llenos de sentimientos que no pude decir junto a un 'adiós' y me pregunté como serían las noches de ahora en adelante en esa habitación, ahora que sabía lo que era llenar entre los dos ese frío que me tuvo tantas noches, ahora que alguien me protegió de nuevo, ahora que alguien me había hecho reír en una habitación que tan solo me recordaba llorar durante tanto tiempo. Volveré a taparme con esas sábanas frías y la enorme mitad de esta cama vacía, en ese lugar que ahora siempre mi mente le recordará dormido. Cada noche miraré a mi lado y estoy segura de que casi podré verle sonreírme desde el otro lado de la cama. Tú has dado luz a esta pequeña habitación.