Intenciones.
Veo venir el final del año, allá a lo lejos, como si a pesar de un par de campanadas, la mala fortuna acechase mi espalda, un año más. Es continua, esa ilusión por tener una excusa final oficial para decir; "Empezamos de cero" y dejásemos todo atrás. Cada Navidad, mi momento más ansiado es Noche Vieja. Ese instante de tan solo un par de segundos, en los que sientes que has entrado a un momento diferente, por tan solo moverse la aguja de un reloj. Sientes esos nervios por haber salido de una habitación antigua y esperas poder contemplar una alcoba enorme con miles de sorpresas en cada cajón, aún por descubrir, a lo largo de otro año. Pero esta vez tienes miedo, mucho miedo. La antigua habitación de la cual saliste brillaba, rebosaba luz y sin embargo, te sumergió en su oscuridad. Tienes miedo de volver a dejarte cegar por la luz, por la paz que pensamos que siempre significa la claridad. Es aterrador, intentar dar un paso a un nuevo comienzo, para aquellos que en un solo año, hemos andado en la oscuridad sin que nadie lo supiese, sin que realmente, supiesen donde encontrarnos. Todos tenemos cierto rechazo a la oscuridad, todos tenemos miedo a lo que no conocemos, pero, para aquellos que la mayoría del tiempo, hemos guardado el dolor a oscuras, sabemos que al menos la oscuridad no nos pueden confundir. La luz nos hace pensar que lo conocemos todo, qué no hay nada más allá de la luz, puesto que somos capaces de distinguirlo todo y sin embargo, se nos olvida que gracias a la luz, también hay zonas de sombras, con cosas que nadie nunca ve. Por eso este es mi primer año, en el que no sé como empezar, qué deseos pedir a las doce uvas, ni si realmente, esos deseos conseguirán sacarme de esta habitación a oscuras. Ahora, este es mi hogar.

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