miércoles, 28 de mayo de 2014

Cristal.

Juliette decidió comenzar a correr, correr con las fuerzas qué le fantaron para luchar contra el mundo en su día. Se adentró en el bosque y descalzó sus pies, soltó su pelo y comenzó a acariciar cada árbol por el que pasaba, intentando dejar huella de su presencia en aquel lugar. Podía sentir en sus pies el rocío de la mañana en la hierba, tan solo era necesario cerrar los ojos para escuchar el canto de los pájaros que parecían seguir el compás del viento, ya no tan imperceptible para ella. Bajó el ritmo de la marcha y decidió poner en marcha todo en lo que estaba dispuesta a creer una vez más: "La magia de todo lo que los ojos del hombre no pueden ver." Le aterraba la oscuridad que la encubría cada vez que entornaba los ojos pero se respiraba tanta paz aquel lugar, qué decidió no pensar en la oscuridad como tal, sino como un punto de referencia para poder apreciar en su totalidad el resto de los colores. Flexionó las rodillas, apoyando su espalda en la corteza de un sauce, escuchando como la brisa movía sus ramas. Echó la cabeza hacia atrás, observando como los rayos de sol atravesaban las hojas verdes, provocando miles de colores a su vez. Al compás de la brisa parecía venir a lo lejos el eco de la voz de su madre, haciéndole recordar porque había llegado hasta ahí: - "Recuerda, qué todo depende del cristal con el que lo mires. Está en tu mano cambiar la oscuridad por la luz". Sonrío, con una mezcla de nerviosismo y entusiasmo, y pensando: - "El mejor cristal es aquel que no podemos cambiar nosotros, el que nos viene impuesto en nuestra manera de ser al nacer. Nuestra manera de amar las cosas que hacemos". 



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