~ No podría. No podría encontrar explicación alguna para describir aquella noche; estaba junto a ella. Era imposible no desviar la mirada entre copa y copa, o simplemente, rozarla incauto al pasar. Habían demasiadas personas en aquel local, pero era evidente que su rostro era el único que llamaba su atención, no había ninguna como ella y podría jurarlo. Habían sido tantas veces las que había soñado con tenerla consigo una noche como esa, en una playa de arena fina como aquella y al fin estaba ella, con su vestido de seda blanco, escote de palabra de honor y aquel perfume que sería capaz de perturbar cada uno de mis cinco sentidos. "Ven conmigo..."- dijo él susurrandola en un segundo al oído. "Les perderemos, no podemos separarnos, hay demasiada gente"- dijo ella intentando no dejarse seducir. Ella le contemplaba con un brillo en los ojos que cualquier persona habría podido deducir que entre ellos y un par de palabras, había más que química. Era mágia. La cogió de la cintura temiendo perderla, en aquel lugar o en cualquier momento de su vida, sabía que era ella la que tanto esperó. Por aquel paseo marítimo tan solo se percibía el taconeo de sus zapatos, y el corazón a mil de ambos. "No puedo esperar más, y si espero, temo echarme atrás"- dijo él con la cabeza gacha hacia la arena. "No temas, yo estoy contigo, ¿recuerdas?"- dijo ella con una media sonrisa en los labios. "No, no estás conmigo, por eso mismo te he traído aquí. Dime ven, y yo por ti lo dejo todo"- dijo en pocas centésimas de segundos, antes de besarla, sin más prisa que la de al fin, tenerla consigo.
~ Supongo que a veces necesitamos unas vías de escape que através de la garganta no encuentran salida. El deslizar de los dedos sobre el teclado es hoy día, el lenguaje del alma.
jueves, 29 de diciembre de 2011
miércoles, 28 de diciembre de 2011
'Gates of Heaven'
~ Era la hora. Debía partir de nuevo hacía su lugar de origen; Luxemburgo. La melancolía le abordaba en cada paso hacia el aeropuerto, pero sabía que aquella clase de sentimientos, solo acaban de empezar. De camino a su nuevo pero ya conocido hogar, sacó de su bolsillo una fotografía tan hermosa como antigua. "Aquel era mi destino, no el vuestro...yo debí estar en aquel coche aquella madrugada. Era mi hora, no la vuestra..."- se dijo girando la cabeza hacia la ventanilla del avión intentando no llamar la atención. Ahí estaba, la verja de 'Gates of Heaven', su nuevo hogar. Caminaba por en sendero entre carriles de nieve, escuchando crujir la nieve bajo sus pies. Era un lugar hostil, frío a la par que encantador. Claries tenía escasos recuerdos de aquel lugar, todos antes de ser adoptada por la familia 'Simplier'. A sus quince primaveras volvía a verse sola, sin una madre a la que acudir en las noches de tormenta, o un padre al que abrazar cuando las cosas fuesen mal. "Venga quien venga por mi, vosotros siempre seréis mi verdadera familia"- dijo besando por una vez más aquella fotografía.
Suspiró y sin más preámbulos tocó a la puerta. Era imposible, era Amandine, la cocinera del orfanato, aún la recuerda dándole pedazos de pan a escondidas de las cuidadoras. "¡Pequeña Claries!, ¿tú de nuevo por aquí?, qué desafortunado el destino aunque alegra este viejo corazón de verte de nuevo por este lúgubre castillo"- dijo Amandine con su única aunque más arrugada sonrisa que hacía diez años. "¡Amandine!- las fuerzas le flaquearon, era lo más parecido a un ser querido que tuvo en aquel lugar y al fin, el llanto comenzó- "Yo no debería estar aquí, ¡no!, ¡yo no!". Amandine fue informada de la muerte de los padres de Claries, por lo que todo cuanto pudo hacer, fue decirla en una brazo, que todo iría bien. Pasaron las horas en la cocina, Claries sentada en su maleta con lunares mientras Amandine, preparaba la cena para los niños. Después de situarse en aquel castillo decidió ir a descansar, Amandine la acompañó hasta su aposento. "Querida Claries... prometeme que...si notas algo extraño, por estúpido que sea, me llamarás, gritarás o simplemente, hazte notar"- dijo Amandine mirando preocupada hacia los lados de aquel oscuro pasillo. "¿Ocurre algo que deba saber?- preguntó más que curiosa Claries. "No cielo, no has de preocuparte, simplemente, prométemelo"- dijo con el rostro más serio de lo que pudo recordarla algún día. "Lo prometo"- dijo cerrando la puerta de aquella misteriosa habitación. La habitación no era demasiado grande, pero le valdría. Tenía una preciosa mesilla de dormir de estilo gótico el cual ya sabía que utilidad daría; sus recuerdos. Decidió husmear un poco, por si quedaban restos de el antiguo 'inquilino' de la habitación, para informar a Amandine. Todo era normal hasta que de repente... el armario. Se escuchó un crujido, no pudo evitar soltar un pequeño sollozo. "Qué demonios..."- dijo en voz baja sin quitar la vista del armario. No podría dormir sin ver que había en ese lugar. Se acercaba paso a paso, como si intentase que fuese lo que fuere ahí, no la descubriese a ella. Estaba frente aquel armario, dispuesta a vencer sus miedos. De repente, un flash del pasado le vino a la mente. "Los armarios..."-susurró- fueron los grandes perturbadores de la tranquilidad de Claries durante su infancia, algo la vigilaba por las noches, la susurraba al oído cosas que al parecer, su mente había bloqueado durante todos estos años, hasta hoy. "¡No os tengo miedo!, ¡No te tengo miedo!...Ahora...¡no tengo nada que perder!- gritó a el eco de aquella habitación mirando hacia todos lados esperando ver a ese 'algo' al que se dirigía. Pegó una patada al cerrojo de aquel armario y se abrió de par en par. Nada, es todo cuanto había a simple vista. No podía más, eran tantas cosas juntas. Se derrumbó y se sentó en el armario apoyando su cabeza en las rodillas, con su única compañía; la soledad. De repente, algo tras de si. Comenzó a temblar, en cada suspiro se podía ver su aliento congelado en el aire, estaba entumecida, y sus cuerdas vocales eran incapaces de pedir auxilio, quedó sorda durante un segundo y todo cuanto pudo escuchar fue: "El pasado siempre vuelve, y tú has vuelto a nosotros"- y aquella oscura y macabra voz, se tragó a Claries, dejando como única prueba de su existencia, aquella fotografía de la cual misteriosamente, Claries ya no formaba parte, en aquella fotografía solo constaban sus padres y en medio en el cual ella figuraba, un vacío, una 'no existencia'. "¡Amandineee!"- fue el último sollozo de agonía, que pudo recordar la cocinera después de rezar por ella sabiendo que aguardaba...en aquella habitación.
sábado, 17 de diciembre de 2011
Viento.
~ Cruzando aquel callejón de la plaza, de nuevo, aquella sensación de que volvería a pasar, sin duda, sabía que acechaba de nuevo. Galopaba raudo sobre 'Pegaso', fiel confidente. Tan solo el griterío del populacho y los zancos de Pegaso le sacaban de esa nube de desesperación, sin saber cuando o como, volvería a suceder. Ahí estaba, aquella sombra, aquel perfume y aquella capa roja que parecía rozar el suelo haciendo de su dueña la sensación de levitación al caminar. "¡Arre Pegaso, arre!"- ordenó sin más preámbulos, no hablaban sus ansias, sino su desesperación. Sin ver aquella sombra podría jurar perseguirla sin verla, tan solo con sentirla. "No huyas, te lo suplico, ¡espera!- dijo él controlando sus ganas de atraparla al fin. Paró en seco y tras suya Pegaso, desconcertado en porque de su fin de carrera. "Brillaré cuando el sol esconda sus brazos, a mi abrazará la suave brisa del puerto en el cual una vez le estuve esperando; a vos"- dijo sin apenas mostrar su perfil. Pero de repente algo la hizo reaccionar, miró a todas partes, no sabía a donde ir, zarandeaba aquella capa y echó a correr. No podía perderla ahora; conocía el sonido de su voz, ahora al fin, tendría melodía para aquellas canciones sin musa. Tomó una curva galopando, al lado de la catedral, al borde del precipicio quedó su vestimenta, la capa y un hilo de oro. Con el corazón en pausa y en un paro cardiaco inminente saltó de Pegaso sin pensarlo aún en marcha, se acercó al borde del precipio y miró al mar: "Es físicamente imposible, ¡no le ha podido dar tiempo!".
De cuclillas tan solo persiguiendo a su instinto posó en su brazo izquierdo la capa, no pudo evitar olerla, al fin sabía a que olía la mágia, el misterio y aquella encantada pero invisible mujer. Una carta, en aquel bolsillo junto con el hilo de oro en la cual con una perfecta escritura cursiva se podía leer: "Seré como el viento en tu espalda, te empujaré a lo más lejano pero no te dejaré caer, pero tan solo cuando me busques, desapareceré".
De cuclillas tan solo persiguiendo a su instinto posó en su brazo izquierdo la capa, no pudo evitar olerla, al fin sabía a que olía la mágia, el misterio y aquella encantada pero invisible mujer. Una carta, en aquel bolsillo junto con el hilo de oro en la cual con una perfecta escritura cursiva se podía leer: "Seré como el viento en tu espalda, te empujaré a lo más lejano pero no te dejaré caer, pero tan solo cuando me busques, desapareceré".
viernes, 16 de diciembre de 2011
Reloj en pausa.
~ La acariciaba. Tan solo el tacto de aquellas sábanas era quien la abrazaba cada noche, esperando cambiar aquel tacto por el de la yema de sus dedos caminando sobre su espalda. Añoraba soñar, poder despertarse sin lágrimas en los ojos, sin el corazón en un puño pidiendo clemencia al recuerdo que la torturaba con su imagen, una y otra vez. "La peor pesadilla comienza cuando despierto y desaparece el sueño, no su recuerdo"- entre lágrimas de socorro se decía escondiéndose bajo su almohada. Era incesante. Quitarle las pilas al reloj no harían que se detuviese el tiempo en aquel instante, en aquel sueño eterno que tan solo su alma buscaba, al cada noche introducirse en su alcoba. "Recuérdame, será mi única y mejor recompesa si ya en mi vida no estás"- era su único consuelo, la voz de su conciencia en que en casos extremos hacia cara al optimismo. El reloj marcaba las tres de la madrugada y en su corazón una hora en pausa, desde que se fue. Abrió la mesita de noche, intentando escarbar en aquel cajón, simulando aquella hurga como un pequeño baúl de los recuerdos; sus recuerdos plasmados estaban ahí. "Un trozo de papel y consigo un trozo de mi corazón, qué paradójicas son las leyes del corazón"- se decía entre medias sonrisas de tristeza. Posicionada boca arriba le quedaba la esperanza de que cada día la luna volvía a sonreírla, recordándola que tan solo cuando el sol cesase, su recuerdo sería presente, directo e inigualable. Una noche más, sería suyo, como tantas otras en secreto de un alma enamorada, un alma que sin duda, sufría encantada por amor.
lunes, 12 de diciembre de 2011
La leyenda.
~ La luz de aquellos rayos de luna penetraban como si aquella noche las estrellas hubiesen concebido a la luna.
Era tenebroso a la par que hermoso, aquel paisaje, ver como la suave brisa de la primavera azotaba los robles, al son de la melodía del bosque. Podría haber soñado y deseado una noche como aquella pero jamás sin sospechar que ella fuese a convertirla en realidad. Las cortinas de seda blanca le hacían pensar en como sería cuando la acariciase, cuando de nuevo ella, estuviese entre sus brazos, como haría de su torso, su protección. Contemplaba las agujas del reloj al ritmo que el minutero dictaba los disparos de sangre que provocaban su corazón al resto de su inerte cuerpo, esperando su llegada. Podría haber descrito su olor, podría haber saboreado una de sus mirada pero sería incapaz de dictar que le gritaba el corazón que su boca no le permitía pronunciar. "Un cabeza loca" le llamaban, antes de conocerla. El mundo puso a sus pies y en sus manos su corazón postró. "Entero te concedo mi corazón, aun sabiendas que cuando tú así lo decidas, pueda acabar misero muerto, destrozado o simplemente petrificado, por vos" - dijo él escribiendo en su diario a escasos segundos de su llegada. En aquella mesita de noche guardó aquel cuaderno que conservaba sus sentimientos en puño y letra, sabía que si algún día su corazón desfallecía, aquellos breves relatos le recordarían, que era estar enamorado. El timbre, sin más preámbulos sonó. "Tan solo de un sonido monótono y frío, ella podría hacer bailar de alegría mi alma"- se dijo entre susurros y sonrisas entre comisuras escondidas.
[...]
Las horas parecían volar a su lado, al igual que su alma estaba a metros del suelo, volando junto con su imaginación, de un futuro juntos que tanto solo el destino, podría revelar.
Descorchando aquella segunda botella de vino se embriagó aquella habitación, entre miradas de deseo, de algo que sabían, podrían pagar caro con sus atrevimientos, pero... antes de poder servir la primera copa, lo único que mojó sus labios, fue la calidez de su boca. La sujetó en brazos sin más conciencia ni pensamiento que la de poseer la, ahí y ahora. Eran cuerpos en llamas que pedían a gritos de silencio incendiar la ropa para al fin poderse quemar juntos, cuerpo a cuerpo.
[...]
La luna fue la única testigo de aquellas palabras, de aquellos besos que sin pronunciar palabra sellaron un amor sin necesidad de contratos, escrituras o simplemente menciones de amor. Se tenían cada amanecer desde aquella mágica noche, en la que no solo fue concebida la luna en el firmamento. Aquella noche, nació la leyenda que hoy llaman; "amor".
Era tenebroso a la par que hermoso, aquel paisaje, ver como la suave brisa de la primavera azotaba los robles, al son de la melodía del bosque. Podría haber soñado y deseado una noche como aquella pero jamás sin sospechar que ella fuese a convertirla en realidad. Las cortinas de seda blanca le hacían pensar en como sería cuando la acariciase, cuando de nuevo ella, estuviese entre sus brazos, como haría de su torso, su protección. Contemplaba las agujas del reloj al ritmo que el minutero dictaba los disparos de sangre que provocaban su corazón al resto de su inerte cuerpo, esperando su llegada. Podría haber descrito su olor, podría haber saboreado una de sus mirada pero sería incapaz de dictar que le gritaba el corazón que su boca no le permitía pronunciar. "Un cabeza loca" le llamaban, antes de conocerla. El mundo puso a sus pies y en sus manos su corazón postró. "Entero te concedo mi corazón, aun sabiendas que cuando tú así lo decidas, pueda acabar misero muerto, destrozado o simplemente petrificado, por vos" - dijo él escribiendo en su diario a escasos segundos de su llegada. En aquella mesita de noche guardó aquel cuaderno que conservaba sus sentimientos en puño y letra, sabía que si algún día su corazón desfallecía, aquellos breves relatos le recordarían, que era estar enamorado. El timbre, sin más preámbulos sonó. "Tan solo de un sonido monótono y frío, ella podría hacer bailar de alegría mi alma"- se dijo entre susurros y sonrisas entre comisuras escondidas.
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Las horas parecían volar a su lado, al igual que su alma estaba a metros del suelo, volando junto con su imaginación, de un futuro juntos que tanto solo el destino, podría revelar.
Descorchando aquella segunda botella de vino se embriagó aquella habitación, entre miradas de deseo, de algo que sabían, podrían pagar caro con sus atrevimientos, pero... antes de poder servir la primera copa, lo único que mojó sus labios, fue la calidez de su boca. La sujetó en brazos sin más conciencia ni pensamiento que la de poseer la, ahí y ahora. Eran cuerpos en llamas que pedían a gritos de silencio incendiar la ropa para al fin poderse quemar juntos, cuerpo a cuerpo.
[...]
La luna fue la única testigo de aquellas palabras, de aquellos besos que sin pronunciar palabra sellaron un amor sin necesidad de contratos, escrituras o simplemente menciones de amor. Se tenían cada amanecer desde aquella mágica noche, en la que no solo fue concebida la luna en el firmamento. Aquella noche, nació la leyenda que hoy llaman; "amor".
sábado, 10 de diciembre de 2011
Cadenas.
~ Desde que el mundo es mundo el ser humano a intentando reventar unas cadenas no físicas, aquellas que nos arrastran a un pasado o un futuro no elegido por el individuo, pero en pleno siglo veintiuno hay más que una cadena, en todas las edades, en todas las etapas de una vida; el sentimiento. El alma decide almacenar cada sentimiento, pero el cerebro, supongo a mi pesar, prefiere llamarlo recuerdo, por no dañarse más, aún habiendo pasado el tiempo. Olores, fragancias, perfumes que significan algo, y de nuevo es un error, no significan o recuerdan un momento en la etapa de una vida, las glándulas olfativas al detectar dicho olor manda esa sensación al cerebro, y aún no siendo el cerebro quien está guiado por el corazón, nos recuerda a esa persona.
Son anclas de guerra, cada recuerdo, y cada cicatriz de una batalla perdida. No existen cirugías para un corazón roto y en ocasiones, eso se olvida. Una célebre frase dice: "El ser humano es irónico, necesita ausencia para apreciar la presencia", y es tan cierto como que el corazón no entiende idiomas, fronteras o creencias. Un clavo saca a otro claro, creo recordar a personas decir. Sí, un clavo saca a otro clavo, pero no todos los clavos miden igual. El pasado es un prólogo de lo que está por venir. Tan solo hay que a segurarse de que el próximo clavo, sea más grande que el anterior, que sea capaz de llenar tu alma y cada centímetro de tu pensamiento y que cuando estés con esa persona, sea la más placentera de las condenas, el tener que pensarle a cada instante, y que cuando echemos la vista atrás el pasado empiece cuando le conocimos.
Son anclas de guerra, cada recuerdo, y cada cicatriz de una batalla perdida. No existen cirugías para un corazón roto y en ocasiones, eso se olvida. Una célebre frase dice: "El ser humano es irónico, necesita ausencia para apreciar la presencia", y es tan cierto como que el corazón no entiende idiomas, fronteras o creencias. Un clavo saca a otro claro, creo recordar a personas decir. Sí, un clavo saca a otro clavo, pero no todos los clavos miden igual. El pasado es un prólogo de lo que está por venir. Tan solo hay que a segurarse de que el próximo clavo, sea más grande que el anterior, que sea capaz de llenar tu alma y cada centímetro de tu pensamiento y que cuando estés con esa persona, sea la más placentera de las condenas, el tener que pensarle a cada instante, y que cuando echemos la vista atrás el pasado empiece cuando le conocimos.
miércoles, 7 de diciembre de 2011
Camino de rosas.
~ Aquél muro de fotografías que guardó en sí mismo tantos sentimientos como personas que decidieron marcharse, sin más, que decidiendo no regresar. Lo contemplaba con un ríos de mar salada en la comisura de sus ojos, a un solo parpadeo de formar cataratas sobre sus mejillas. "No seas idiota, nadie valió la pena, hoy no están, ese era su destino"- se decía cerrando los ojos al mismo tiempo que sus puños. Recordaba cada carcajada, cada promesa que quedó en aire y hoy, no están. "Amistad... como concepto es hermoso, pero tan solo así, como concepto"- se recalcaba a sí misma contemplando en un espejo cual reflejo devolvía la imagen de una extraña. Se culpaba por cada desdicha, por cada persona que cayó y no tuvo el valor de levantarse, junto a ella, tal y como prometieron. "La ignorancia es la base de la felicidad, tan estúpida yo en tardar tanto en descubrirlo"- se repetía en cada paso hacia la cocina. Fueron tantísimas mentiras, tantas ilusiones que jamás pudo confesar... tan solo su almohada fue testigo de cuantos sueños provocaron esas falsas amistades de un: "Jamás te dejaremos sola". Pero tantas promesas quedaron en el aire, como personas vivas en una guerra fría. Cero. Como caminos de rosas hacia personas con alma, como las que ya no esperaba conocer.
sábado, 3 de diciembre de 2011
El idioma del corazón.
~ Con más prisa que nunca echó a caminar, hacia aquella playa, necesitaba meditar con el ruido de la mar en sus oídos y la inspiración de un océano que parecía tan inmenso y tan complejo como su manera de pensar. Sabía que se arrepentiría si decía, hacía o pensaba algo que no fuese cierto pero era tan difícil... la razón intentaba combatir al corazón pero este corazón lloraba tan fuerte... Apaleada sin consuelo, en aquél bordillo de una roca esperaba a un alguien que jamás llamó, una ayuda que jamás pidió, pero realmente la necesitaba, lo necesitaba. Encontró la soledad que tanto necesitaba extrañando al mismo tiempo la presencia que tanto añoraba. "No puedo imaginarme sin ti a mi lado, no puedo ni quiero"- se decía en voz baja intentando buscar el consuelo que no hallaba en si misma. Pasaban las horas muertas y sus ojos fueron ríos en época de diluvio, no hubo parpadeo sin una lágrima acompañada. "Es tanto el miedo que puede a la razón de amarme que tanto se a demostrado, es tanto el recelo que contengo al mundo que pueda intentar o tan siquiera pensar en arrebatármelo, es tan..." - quedó muda, sin poder gesticular aquellas últimas palabras levantando la vista de la arena. "El miedo alivia el temor de este pobre idiota, sabiendo que tu miedo tan solo son gritos de necesidad de conservarme contigo, como mi corazón, cuando pide a gritos a un Dios que siquiera existe, que jamás me olvides, que jamás te canses de mi, y que este cuento que ahora es mi vida, no tenga jamás un final si no es para que sea un "Felices para siempre". Jamás nadie te querrá como yo, quédate conmigo..."- dijo él apareciendo entre las sombras, sin más idioma que el de un corazón enamorado.
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