~ La acariciaba. Tan solo el tacto de aquellas sábanas era quien la abrazaba cada noche, esperando cambiar aquel tacto por el de la yema de sus dedos caminando sobre su espalda. Añoraba soñar, poder despertarse sin lágrimas en los ojos, sin el corazón en un puño pidiendo clemencia al recuerdo que la torturaba con su imagen, una y otra vez. "La peor pesadilla comienza cuando despierto y desaparece el sueño, no su recuerdo"- entre lágrimas de socorro se decía escondiéndose bajo su almohada. Era incesante. Quitarle las pilas al reloj no harían que se detuviese el tiempo en aquel instante, en aquel sueño eterno que tan solo su alma buscaba, al cada noche introducirse en su alcoba. "Recuérdame, será mi única y mejor recompesa si ya en mi vida no estás"- era su único consuelo, la voz de su conciencia en que en casos extremos hacia cara al optimismo. El reloj marcaba las tres de la madrugada y en su corazón una hora en pausa, desde que se fue. Abrió la mesita de noche, intentando escarbar en aquel cajón, simulando aquella hurga como un pequeño baúl de los recuerdos; sus recuerdos plasmados estaban ahí. "Un trozo de papel y consigo un trozo de mi corazón, qué paradójicas son las leyes del corazón"- se decía entre medias sonrisas de tristeza. Posicionada boca arriba le quedaba la esperanza de que cada día la luna volvía a sonreírla, recordándola que tan solo cuando el sol cesase, su recuerdo sería presente, directo e inigualable. Una noche más, sería suyo, como tantas otras en secreto de un alma enamorada, un alma que sin duda, sufría encantada por amor.
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