miércoles, 28 de diciembre de 2011

'Gates of Heaven'

~ Era la hora. Debía partir de nuevo hacía su lugar de origen; Luxemburgo. La melancolía le abordaba en cada paso hacia el aeropuerto, pero sabía que aquella clase de sentimientos, solo acaban de empezar. De camino a su nuevo pero ya conocido hogar, sacó de su bolsillo una fotografía tan hermosa como antigua. "Aquel era mi destino, no el vuestro...yo debí estar en aquel coche aquella madrugada. Era mi hora, no la vuestra..."- se dijo girando la cabeza hacia la ventanilla del avión intentando no llamar la atención. Ahí estaba, la verja de 'Gates of Heaven', su nuevo hogar. Caminaba por en sendero entre carriles de nieve, escuchando crujir la nieve bajo sus pies. Era un lugar hostil, frío a la par que encantador. Claries tenía escasos recuerdos de aquel lugar, todos antes de ser adoptada por la familia 'Simplier'. A sus quince primaveras volvía a verse sola, sin una madre a la que acudir en las noches de tormenta, o un padre al que abrazar cuando las cosas fuesen mal. "Venga quien venga por mi, vosotros siempre seréis mi verdadera familia"- dijo besando por una vez más aquella fotografía.
Suspiró y sin más preámbulos tocó a la puerta. Era imposible, era Amandine, la cocinera del orfanato, aún la recuerda dándole pedazos de pan a escondidas de las cuidadoras. "¡Pequeña Claries!, ¿tú de nuevo por aquí?, qué desafortunado el destino aunque alegra este viejo corazón de verte de nuevo por este lúgubre castillo"- dijo Amandine con su única aunque más arrugada sonrisa que hacía diez años. "¡Amandine!- las fuerzas le flaquearon, era lo más parecido a un ser querido que tuvo en aquel lugar y al fin, el llanto comenzó- "Yo no debería estar aquí, ¡no!, ¡yo no!". Amandine fue informada de la muerte de los padres de Claries, por lo que todo cuanto pudo hacer, fue decirla en una brazo, que todo iría bien. Pasaron las horas en la cocina, Claries sentada en su maleta con lunares mientras Amandine, preparaba la cena para los niños. Después de situarse en aquel castillo decidió ir a descansar, Amandine la acompañó hasta su aposento. "Querida Claries... prometeme que...si notas algo extraño, por estúpido que sea, me llamarás, gritarás o simplemente, hazte notar"- dijo Amandine mirando preocupada hacia los lados de aquel oscuro pasillo. "¿Ocurre algo que deba saber?- preguntó más que curiosa Claries. "No cielo, no has de preocuparte, simplemente, prométemelo"- dijo con el rostro más serio de lo que pudo recordarla algún día. "Lo prometo"- dijo cerrando la puerta de aquella misteriosa habitación. La habitación no era demasiado grande, pero le valdría. Tenía una preciosa mesilla de dormir de estilo gótico el cual ya sabía que utilidad daría; sus recuerdos. Decidió husmear un poco, por si quedaban restos de el antiguo 'inquilino' de la habitación, para informar a Amandine. Todo era normal hasta que de repente... el armario. Se escuchó un crujido, no pudo evitar soltar un pequeño sollozo. "Qué demonios..."- dijo en voz baja sin quitar la vista del armario. No podría dormir sin ver que había en ese lugar. Se acercaba paso a paso, como si intentase que fuese lo que fuere ahí, no la descubriese a ella. Estaba frente aquel armario, dispuesta a vencer sus miedos. De repente, un flash del pasado le vino a la mente. "Los armarios..."-susurró- fueron los grandes perturbadores de la tranquilidad de Claries durante su infancia, algo la vigilaba por las noches, la susurraba al oído cosas que al parecer, su mente había bloqueado durante todos estos años, hasta hoy. "¡No os tengo miedo!, ¡No te tengo miedo!...Ahora...¡no tengo nada que perder!- gritó a el eco de aquella habitación mirando hacia todos lados esperando ver a ese 'algo' al que se dirigía. Pegó una patada al cerrojo de aquel armario y se abrió de par en par. Nada, es todo cuanto había a simple vista. No podía más, eran tantas cosas juntas. Se derrumbó y se sentó en el armario apoyando su cabeza en las rodillas, con su única compañía; la soledad. De repente, algo tras de si. Comenzó a temblar, en cada suspiro se podía ver su aliento congelado en el aire, estaba entumecida, y sus cuerdas vocales eran incapaces de pedir auxilio, quedó sorda durante un segundo y todo cuanto pudo escuchar fue: "El pasado siempre vuelve, y tú has vuelto a nosotros"- y aquella oscura y macabra voz, se tragó a Claries, dejando como única prueba de su existencia, aquella fotografía de la cual misteriosamente, Claries ya no formaba parte, en aquella fotografía solo constaban sus padres y en medio en el cual ella figuraba, un vacío, una 'no existencia'. "¡Amandineee!"- fue el último sollozo de agonía, que pudo recordar la cocinera después de rezar por ella sabiendo que aguardaba...en aquella habitación.

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