lunes, 12 de diciembre de 2011

La leyenda.

~ La luz de aquellos rayos de luna penetraban como si aquella noche las estrellas hubiesen concebido a la luna.
Era tenebroso a la par que hermoso, aquel paisaje, ver como la suave brisa de la primavera azotaba los robles, al son de la melodía del bosque. Podría haber soñado y deseado una noche como aquella pero jamás sin sospechar que ella  fuese a convertirla en realidad. Las cortinas de seda blanca le hacían pensar en como sería cuando la acariciase, cuando de nuevo ella, estuviese entre sus brazos, como haría de su torso, su protección. Contemplaba las agujas del reloj al ritmo que el minutero dictaba los disparos de sangre que provocaban su corazón al resto de su inerte cuerpo, esperando su llegada. Podría haber descrito su olor, podría haber saboreado una de sus mirada pero sería incapaz de dictar que le gritaba el corazón que su boca no le permitía pronunciar. "Un cabeza loca" le llamaban, antes de conocerla. El mundo puso a sus pies y en sus manos su corazón postró. "Entero te concedo mi corazón, aun sabiendas que cuando tú así lo decidas, pueda acabar misero muerto, destrozado o simplemente petrificado, por vos" - dijo él escribiendo en su diario a escasos segundos de su llegada. En aquella mesita de noche guardó aquel cuaderno que conservaba sus sentimientos en puño y letra, sabía que si algún día su corazón desfallecía, aquellos breves relatos le recordarían, que era estar enamorado. El timbre, sin más preámbulos sonó. "Tan solo de un sonido monótono y frío, ella podría hacer bailar de alegría mi alma"- se dijo entre susurros y sonrisas entre comisuras escondidas.
[...]
Las horas parecían volar a su lado, al igual que su alma estaba a metros del suelo, volando junto con su imaginación, de un futuro juntos que tanto solo el destino, podría revelar.
Descorchando aquella segunda botella de vino se embriagó aquella habitación, entre miradas de deseo, de algo que sabían, podrían pagar caro con sus atrevimientos, pero... antes de poder servir la primera copa, lo único que mojó sus labios, fue la calidez de su boca. La sujetó en brazos sin más conciencia ni pensamiento que la de poseer la, ahí y ahora. Eran cuerpos en llamas que pedían a gritos de silencio incendiar la ropa para al fin poderse quemar juntos, cuerpo a cuerpo.
[...]
La luna fue la única testigo de aquellas palabras, de aquellos besos que sin pronunciar palabra sellaron un amor sin necesidad de contratos, escrituras o simplemente menciones de amor. Se tenían cada amanecer desde aquella mágica noche, en la que no solo fue concebida la luna en el firmamento. Aquella noche, nació la leyenda que hoy llaman; "amor".



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