~ Ahí estaba de nuevo, el frío llamando a su puerta. Se negaba, una y otra vez a aceptar que cada pocos meses, su miedo volviese tras ella. Reclinada en su butacón, sus gafas de media luna y uno de sus peculiares libros en mano. Así quería recibir la llamada de invierno Annais. Hacia tiempo que se fue pero su presencia sin embargo, aún era palpable en aquel cuarto. Con la mirada perdida de aquel libro, contemplaba aquel cuarto que meses atrás, fue su Olimpo. Cerró la portada de aquel libro, lo posó en la mesa de noche y se dirigió a la cocina. Cabizbaja, lúgubre, gris; así se había vuelto desde su partida. Abrió el armario de la despensa y simplemente esperó. Esperaba que alguien la parase de nuevo, qué alguien quisiese cuidarla una vez más, pero ya nadie había para que le ofreciese su ayuda, su atención, ya no le quedaba nada. Cerró la despensa, suspirando. Giró la cara hacia la derecha y se vio reflejada en la imagen del cristal, y simplemente, estalló en un llanto. James ya no estaba para consolarla, abrazarla o simplemente suplicarla que mirase hacia adelante simplemente, aquella casa se quedó vacía. Como ella. Annais se dirigió al mueble del salón, el segundo cajón a la derecha de la televisión y se puso a escarbar, tirando todo cuanto se encontraba a su paso, si no era lo que buscaba en aquel momento, no importaba, necesitaba aliviar sus ansias. Lloraba, pegaba y gritaba pero nada servía, él no volvería. Ella intentaba aferrarse a la idea de que James, quería que fuese feliz, con o sin él pero no era tan fácil, no para quien ama de verdad. Abrió el primer cajón de la derecha, a sabiendas que sus recuerdos no podían andar lejos, jamás los perdería, jamás osaría no recordar donde guardó algo tan importante como un corazón, y menos el suyo. Tiró fotografías antiguas, manteles de mesa de navidad, velas en caso de emergencia y al fin, ahí estaba. Su pequeña caja fuerte, atada a aquellas minúsculas llaves. Sintió como si aquellas llaves, estuviesen a punto de abrir de nuevo una herida, pero que hermosa y añorada herida. Ansiosa y sin más demora, sin guardar todo cuanto tiró se dirigió hasta el sofá de piel color hueso frente a la televisión, se sentó y cruzó las piernas entre sí. Le temblaba el pulso, y cuanto más temblaba por los nervios, más aumentaba su ansia de conseguir abrir la caja. Por fin se escuchó como encajaba la cerradura con llave y, antes de abrir la caja, cerró los ojos y tomó aire. Abrió la caja y ahí estaba; un libro de poesía con una rosa seca entre sus páginas, marcando uno de sus mejores pasajes, un anillo y quince fotografías numeradas en orden. Annais se echó la mano a la boca, intentando controlar su respiración, era agónico,hermoso...eran recuerdos. Cogió aquel libro y lo abrió por donde marcaba la rosa y comenzó a aspirar el olor de aquel libro. Notaba como volvía la calma para sí, lo besó y volvió a guardarlo. En aquellas páginas aún estaba su perfume. Serena, con el corazón aún dando bandazos intentó mantener la cordura. Cerró la caja y se decidió a guardarla de nuevo. Después de minutos recogiendo aquel estropicio volvió a sentarse en aquel butacón, donde las horas volaban, donde los sentimientos simplemente exiliaban. Se remangó las mangas de aquel jersey de algodón, y miró. Observó las huellas de lo que un día fue real, aquellas cicatrices que harían que Annais, jamás olvidase que James fue real. Qué a pesar de que no sobreviviese cuando la salvó aquel día, siempre estaría presente en su cuerpo y en su memoria para siempre.
~ Supongo que a veces necesitamos unas vías de escape que através de la garganta no encuentran salida. El deslizar de los dedos sobre el teclado es hoy día, el lenguaje del alma.
jueves, 17 de enero de 2013
domingo, 16 de diciembre de 2012
Nada más.
- "Y esto es todo cuanto necesito. Un abrazo, un par de risas y un lugar en el que estar contigo. Nada más. A muchas personas les parecerá poco, o en esa lista les faltarían cosas por añadir pero para mi no. Me gusta perder la noción del tiempo contigo, qué entremos en una eterna batalla de cosquillas en las cuales siempre ganas tú, qué nos quedemos como dos ositos viendo 'Cuerpos embarazosos' hasta las 3:00 de la madrugada y comentarlo juntos. Me gusta poder dormir a tu lado, notar como me abrazas y saber que no hace falta que ocurra nada más ese día, para que acabe de ser perfecto. Solo estar contigo un día más".
martes, 11 de diciembre de 2012
Por todo esto y más, te quiero a ti.
- "Eres caballeroso, cariñoso, amable, gracioso, un payaso, me haces reír, me quieres, pasas casi 24 horas conmigo y pides más, echándome de menos nada más separarnos, me abrazas si despierto con pesadillas, tú ahuyentas mis temores, duermes en la parte de la cama que da al armario porque a mi me da miedo, me tapas si ves paso frío. Me ves en las peores condiciones y aún así no te faltan palabras bonitas para mi, no existe orgullo en ti hacia mi, me demuestras en cada mal momento que todo tu amor va por delante. Eres mi héroe. Y ahora, ¿aún crees que algún día podría fijarme en otro que no fueses tú?. Te amo Javi. 06.07.10".♥
lunes, 5 de noviembre de 2012
Bosque con alma.
~ Sin zapatos, pisando con paso firme aquellas hojas húmedas que paso a paso dejaba tras de sí. Era pura belleza, belleza natural no modificada aún por la mano del hombre. Aquel bosque tenía vida propia. En ocasiones, Clarise podía escuchar cantar los árboles, conversar a los ruiseñores y susurrar al viento entre las ramas, era sin duda, su rincón mágico. Le encantaba perderse durante horas, perderse entre el aroma a hierba fresca y pensamientos de un mañana. Clarise era soñadora, siempre risueña y optimista. Constantemente había que sacarla de sus pensamientos y aún si respondía, podía verse en la ausencia de sus ojos, que su mente seguía en algún lado que nadie conocía, allá donde se estancasen sus pensamientos. La reencarnación, el Karma, las buenas y malas energías, eran la religión, filosofía de vida, cómo prefiriesen llamarlo, de Clarise. Jamás podría obtener respuesta de si era el estilo de vida correcto, de si era cierto todo cuanto daba por lo que ella creía, pero era feliz haciendo el bien, pensando y soñando que todo cuanto hiciese, sería menos mal Karma, mejor Karma en un futuro. Decidió perderse un poco más allá del bosque, allá donde comenzaba el precipicio. Desde aquel lugar se podía contemplar la cascada que daba al lago Wates, el más famoso del poblado. Era azul como el topacio y transparente y brillante como el cuarzo. Era el alma del bosque, la joya natural más conservada en kilómetros, para Clarise, la más significativa. Clarise era muy diferente a todas las personas a las que la gente tiende a tropezarse por cualquier lugar, simplemente, había algo diferente en ella, en su aura. ¿Era luz?, ¿esperanza?, ¿bondad?. Todo el mundo que la conocía simplemente no gesticulaban palabra, tan solo con escuchar su nombre, sonreían, como si su nombre trajese consigo la paz; no hacia falta más. El poblado y sus gentes no fueron los únicos que vieron 'la luz' en Clarise, hubo un muchacho, uno en particular que más que ver la luz, quedó prendado de ella. Arthur, así se llamaba. Era un chico singular, no muy conocido entre sus gentes, callado y tímido, pero eso no fue obstaculo para que Clarise pusiese su mirada en él, un día cualquiera, cuando cómo no, se tropezaron en aquel bosque. Por ese simple hecho, para ella, aquel bosque tenía alma; él se la dio. Clarise, a pesar de ser más corazón que persona, no siempre tuvo la suerte de ser bienvenida en todos los lugares que hubiese querido. Más de una vez la tacharon de extraña, de una mala reencarnación con cara de ángel pero sin embargo...Arthur, cuando la veía simplemente contemplaba la armonía que se podía ver a su alrededor, la energía que desprendía su sonrisa o comenzar a soñar en centésimas de segundo al verla correr con su vestido color hueso a través de aquel bosque, entre risas y carreras de dos personas que tan solo sin palabras, saben que se buscan sin saberlo. Tal vez Clarise fue la luz del despertar de Arthur, pero Arthur para Clarise sin duda fue la realidad que la trajo de vuelta a este mundo, en el cual ya no la asustaba soñar. No en aquel bosque, juntos.
jueves, 1 de noviembre de 2012
'Fairy Tales'
~ Era un sentimiento que galopaba sin resentimiento, sin pensamientos a favor. Era un ardor en el pecho, no subía ni bajaba, tan solo se estancaba junto a su pena. Cada día era un llanto nuevo, una lágrima de diferente forma y el mismo dolor. Se preguntaba por qué a ella, por qué ahora. "Tan solo hay que mirarme para saber el por qué" - se dijo mirándose al espejo. Se recogía el pelo mientras se secaba aquellas lágrimas que marcaban sus mejillas cada vez que decidían correr hacia su barbilla. "¿Aún crees en cuentos?, tan solo, mírate. - se dijo mirando sus brazos arañados. Caminó hasta la otra punta de la habitación, en busca de su cajón de lectura, y ahí estaba...'Fairy Tales'. Fue su libro favorito durante años. Aún recordaba a su padre leer aquel libro cada noche, en el borde de su cama, mientras la contemplaba dormir. Era hermoso, poder conservar todos aquellos recuerdos, aquellas historias tan solo marcadas con tinta en un par de papeles. Lo abrió y comenzó a pasar páginas hasta la portada final. Había una dedicatoria. Era su gran Credo, sus 'diez mandamientos', los cuales la consolaban cuando no le quedaba nada, ni nadie. Antes de comenzar a leer posó el dedo índice sobre la primera línea, antes de comenzar a leer, sabiendo que una vez que empezase, las lágrimas se desprenderían de sus ojos como cascadas, sin poder controlarlo, una vez más. "Querida Anne; la vida son más piedras que caminos, más castillos que príncipes irán en su busca, más tormentas que cielo por cubrir, más penas que consuelos por conseguir, pero debes recordar; el mundo no es perfecto, aquellos que habitan en él tampoco. Compréndeles".
viernes, 26 de octubre de 2012
Tequila.
~ Y que importaba ya si en el cielo no volvería a posarse el sol. ¿Qué importaría no volver a abrir los ojos?. Es un mal trago de whisky y tequila, en el cual se olvidaron de darte limón y sal. Arde, te quema y escuece, así han sido siempre los tragos de tequila y así serán siempre las malas experiencias. La ley karmática dice que buen o mal pensamiento o conducta acumulará mal karma, lo que hará que sucedan momentos en la vida no agradables, que traigan sufrimiento o perturbación a esa persona. La cuestión es: "¿Y los que lo hemos hecho bien?. Es una continua espera, alimentando una rabia con un: "No hay prisa, ya pagarán", preguntándonos si tal vez simplemente, es una manera de consuelo, una auto-ayuda, una manera de dejar pasar la agonía hasta que se convierta en polvo. Ves pasando los días, sentado en el sillón y es una mala película repetida, como un disco rayado repitiendo la frase más detestada de tu disco favorito, sabiendo que esa película podría continuar, con el resto de la canción, la que siempre te gustó, te encantó y se a quedado atascada, en un mismo mal momento. Dicen que el destino no nos pone ante ninguna situación que no podamos superar, pero llega un momento en el que has intentado saltar tantas veces 'ese' muro, qué cuando parece que se a hecho más pequeño, te das cuenta que has dejado todas tus fuerzas en intentarlo las veces anteriores cuando aún era imposible. 'Todo tiene un límite' o eso dicen, pero ¿dónde está el verdadero límite?, ¿lo pone la razón o el corazón?, ¿el estado físico o psíquico?. Siempre hará falta otro trago de tequila sin limón para comprobarlo.
miércoles, 17 de octubre de 2012
Eterna.
~ La noche decidió por si sola, caer antes aquella noche. Lucinda arraigaba todo cuanto la rodeaba, a aquellos sentimientos que la seguían desde su despertar aquel día. Su alma vivía en aquel pueblo, la nieve reinaba sobre él gran parte del año, y eso a Lucinda, la hacia sentir libre. Desde la ventana de su casa, podía contemplar las montañas, teñidas de un blanco que parecía puro como un ángel recién caído del cielo. Si cerraba los ojos podía escuchar el sonido del riachuelo junto a la carretera, chocando y rompiendo contra los hielos acumulados en el agua. ¿Qué más podría pedir en un lugar como ese?. Un taza de chocolate caliente, un abrigo de lana y él. Lo tenía todo exceptuando el último punto. Lucinda todo cuanto quería en días de lluvia, tormenta, sol o viento, era tener a Roger consigo. No podía parar de pensar que si él estuviese ahí no necesitaría abrigo, él la abrazaría. Si él estuviese ahí, no necesitaría una taza de chocolate caliente, él la besaría. ¿Cómo un sentimiento podía cumplir, llenar y abastecer las necesidades físicas de una persona que no estaba ahí?. Es sencillo, el corazón es físico, el amor que hay en él es invisible. Lucinda estiró las mangas de aquel abrigo de lana hasta cubrirse los dedos enteramente con él. Se sentó en su camastro, con las piernas pegadas al pecho, mirando por aquella ventana de madera, con el cristal semi-empañado por el frío. - "Espero un sentimiento que llega antes que tu presencia, pero te esperaría aun no teniendo la seguridad de si un día volverás, tú me haces eterna"- pensó Lucinda, antes de soltar una lágrima de felicidad, pensando en que sin embargo, ella sabía que si volvería.
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